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El Señor dice: Maldita la persona que ponga su confianza en cualquier mortal y aleja del Señor su corazón. Es como si fuera sólo un raquítico arbusto del desierto, sin esperanza para el futuro, sólo a duras penas sobreviviendo en la planicie salitrosa de un inhóspito desierto; la prosperidad lo abandonó para siempre.

Pero está destinada a prosperar la persona que confía en el Señor y en el Señor ha puesto su esperanza y fe.

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